![]() |
| Kurt junto a sus hijos y su antigua bicicleta, fiel compañera, una marca registrada. |
Argentina ha de ser uno de los lugares del mundo más ricos al tener una pelota bajo sus pies; cuenta como pocos con una innumerable cantidad de habilidosos futbolistas en su haber, y es bastante prolífica en descubrir personajes con historias de las más particulares en todos los ámbitos de la vida. Ese mundillo del fútbol profesional es un sitio que con el correr de los años parece cada vez más corrompido por los negocios, las conveniencias, las publicidades, los representantes, y toda esa gente que quiere poner su pasta en la pelota, pero en donde todavía hay luces de esperanza en su inquebrantable esencia, y donde queda gente que aún se ríe dentro de una cancha.
En ese contexto, situados en una ciudad sinónimo de fútbol como lo es Rosario, caminando por las calles nos podremos encontrar con una bicicleta roja, nueva para su dueño, pero que lejos de parecer una Mountain Bike es sencilla; que sin aparentar brillo, ni lujos, ni un estilo marketinero, demuestra a simple vista la resistencia, el valor, y el aguante por sobre todas las cosas, además de una historia que merece ser contada una y otra vez. Así como su bicicleta es Kurt Lutman; lo es como persona y lo fue también como jugador, de pinta aguerrida pero mecánica de habilidoso, aunque él afirma que a veces le hubiera gustado explotar un poco más ese lado rústico.
Un tipo que no vivió del fútbol, sino que vivió con el fútbol. Uno de los pocos que se animaron a discutirle a gente como Eduardo López en un escritorio; alguien que recibió un puntazo en el estómago por defender a un compañero en un entrenamiento; que jugando en Mendoza, un día caminando por la plaza se cruzó con un grupo de madres y abuelas con pañuelos en la cabeza, y al aprender esa parte de la historia la incorporó a su vida, y también en la cancha; uno que además metió un centro para empatar un clásico sobre el final en Arroyito, el cual festejó luciendo la remera de Almafuerte. Loco, padre de dos hijos, ex-jugador de Newell's, coordinador de niños, fue militante en H.I.J.O.S, y hasta tuvo experiencia de escritor también. Un currículum de vida impecable.
Kurt, el futbolista
Rosarino aunque su nombre diga lo contrario, Lutman comenzó desde muy pequeño a mamar toda la cultura de Newell's Old Boys. “Mi viejo dirigía en Newell's, yo iba a acompañarlo y él me dejaba a un costado de la cancha pateando una pelota. Se ve que toda esa información que él tenía en el cuerpo también me llego a mí, y apenas pude elegí jugar en Malvinas y desde ahí no paré”; comienza contando el ex volante rojinegro, que desde los cinco años comenzó a hacer la escuelita de fútbol con esos colores y así transcurrió hasta llegar a la primera división, cuando con la edad de 17 debutó en 1993.Previo a eso tuvo también un muy recordado paso con la selección Sub-17 argentina que en ese mismo año disputó el mundial en Japón. “Fue muy lindo, era vestir la camiseta de la selección. Escuchar el himno y que te sentís que estás en representación de Argentina, por más que sea mentira y sea sólo un partido de fútbol, vos te sentís que el estado depende de vos, como si fuera un cirujano que si comete un error va a ser terrible”, recordaba contento, a la vez que sin perder la sonrisa bromeaba con que esa había sido “una de las peores selecciones juveniles” por haberse clasificado “de pedo” y haber vuelto después en primera ronda, al caer contra la Nigeria de Nwanko Kanu y Jay Jay Okocha. En ese clasificatorio en Colombia, jugando contra Brasil le tocó marcar a un tal Ronaldo que jugaba de 9; “Era flaquito, medía 1,75, era un pibito, y volaba. Así como ya en su mejor momento en la selección mayor gambeteaba a cuatro o cinco y metía goles así de simple, cuando era pendejo era más todavía. Era brillante. Cinco años después lo veía a este tipo y pensaba 'está jugando en el Real Madrid, yo que lo corrí, lo re-cagué a patadas y ni se inmutó, ahora está jugando ahí'”, contaba, aunque la historia finalmente tuvo final feliz para los dos: “Los re-cagamos a patadas, les ganamos 2 a 1 y los dejamos afuera”, cerró.
Sin embargo los recuerdos y las historias que más lo marcaron no fueron estrictamente referidas a una pelota rodando en el verde césped, en los clubes por donde pasó, como Newell's o Huracán de Corrientes, es recordado con mucho cariño por los hinchas además de por su buen rendimiento por su comprometimiento para con el club y sobretodo sus compañeros de plantel. Nunca se bancó que ningún dirigente le robara plata a nadie, y siempre priorizó por sobre todas las cosas el respeto y la igualdad entre todos. Esa cabeza y esa determinación lo llevaron a pasar momentos complicados, como una vez que en una calurosa tarde de verano de Corrientes por querer defender a su compañero Hernán Pedraza chocó con el preparador físico Campos (sobre quien Kurt afirma que era el enviado de los Romero Feris, familia de los por entonces dirigentes del club e intendente de la ciudad, para chocar con el plantel debido a las diferencias) que había sacado un facón y terminó por provocarle un corte a Lutman en la panza. Esa fue su despedida de la ciudad, mas sin embargo no sería la única vez que sufriría a mandamases que por querer quedarse con un vuelto más decidían pagarle sólo a algunos jugadores y no a todo el plantel. En su querido Newell's también le tocó pasar por eso.En lo que él define como “el ejemplo claro del dirigente político dentro de los clubes en la era menemista”, le tocó como a muchos leprosos padecer a Eduardo López. “Son de esos tipos con mucha impunidad, que podían decidir quién seguía trabajando y quién no, que vaciaron a un club, que hicieron cagar de hambre a los pibes de la pensión, que no les garantizaron ninguna salida cultural, que no los formaron a nivel escuela porque no tenían recursos. Ese era el Newell's de López”; comienza denunciando, a la vez que afirma que tuvo una discusión personal con él, pero en la que además de sus propios problemas y el de sus compañeros, también lo azotaba una bronca referente a su padre: “Mi viejo trabajaba en Newell's, como a muchos empleados los hacía laburar un año y medio y no les pagaba; después los llamaba y les pagaba seis meses, y les hacía firmar todos los recibos de sueldo. Eso es terrible para un laburante porque, primero, lo partís al medio económicamente, y segundo que no le estás valorando el trabajo”, explicaba Lutman, dando un claro ejemplo de cómo se manejaban internamente en Newell's en esa época. Luego concluyó agregando: “Toda esa carga emocional fue fuertísima, y cuando pude decírselo se lo dije... y bueno, lo mandé a la concha de su madre”.
Acerca de si algún día le gustaría regresar al rojinegro como dirigente, él respondió que no es su sueño: “hoy no tengo ese propósito, no sé que pasará más adelante, capaz que sí, capaz que no, son lugares de mucho trabajo y de mucho consenso; en realidad esa construcción de consenso que implica conducir un club con muchas miradas también implica mucha energía” -agregó-, “no es sencillo conducir un club tan grande”. No obstante también su lado de hincha lo impulsa en sus deseos de querer estar ligado de otra manera a la institución: “si el día de mañana me tocara estar ligado en alguna otra área me gustaría, el poder dirigir alguna política que esté buena para el club que amo está bueno”.A su vez, calificó a la actual dirigencia encabezada por Guillermo Lorente como de “transición”, pero sin dejar de destacar toda la labor realizada. “Después de López, como dirigencia agarraron un fierro caliente, un barco que estaba pinchado por todos lados, y ellos lo lograron reconstruir, de eso no me olvido” -recordaba-.“El club que iba a desaparecer, que era real porque estaba casi rematado, hoy es esto. Hay una pensión para los pibes, comen debidamente, van a entrenar, van a la escuela, entonces se han dado pasos que son gigantes y que no se pueden medir deportivamente, porque a veces ganás y a veces perdés. Mi medida está en otro lado, en que se dió vuelta con casi todas las áreas y hoy es otro Newell's al que era”.
A modo de reflexión personal, mirando al pasado, mientras muchos hoy sueñan con ser jugadores de fútbol y una vez allí jugar en el Barcelona o en el Real Madrid, Kurt mira hacia atrás y afirma que lo único que hubiera cambiado de lo que fue su carrera, soñando un poco, sería el haber podido “jugar 15 años en la primera de Newell's, y que cuando llegara una oferta del exterior decirles que no, que me quedaba en Newell's, ser un referente como fue el Tata Martino, y retirarme de viejo en Newell's”.
Kurt, la persona
Una tarde de 1996, normal para él como si de cualquier otra se tratase, estando en Mendoza en la época donde los fines de semana se calzaba la camiseta de Godoy Cruz, paseando por la Plaza Independencia se topó repentinamente con un grupo de madres que marchaban con pañuelos en la cabeza y mostrando fotos de personas. Él nunca en su vida había sido instruido acerca de esa parte de la historia argentina, esa que no se trata tanto en las escuelas (y mucho menos en una religiosa como fue su caso), y su curiosidad que lo llevó a preguntar qué era lo que estaba ocurriendo fue lo que le dejaría una enseñanza que le quedaría marcada. “Fue el momento en el que me hice adulto”, lo define él. Esa tarde era el 24 de marzo.
“Era un boludo de 20 años, y se ve que el proceso de maduración mental como siempre había estado vinculado al fútbol el afuera no lo había registrado”, comienza justificando ese saber pendiente que tenía. “Me flasheo mucho ver pañuelos, ver las madres, los desaparecidos, no tenía ni idea de que era, vengo de una familia que no era militante y que con la militancia nunca estuvo vinculada, yo fui a un colegio privado de curas, el San Francisco Solano, donde se ve que la historia no era su fuerte”, cuenta un poco sobre el pasado, que no es algo tan viejo ya que si bien ahora es mucho más fácil hablar sobre el 24 de marzo y sobre la dictadura en las escuelas que en aquella época, todavía a los chicos no se les brinda una formación ni se los educa como corresponde sobre eso, sino que el concepto de historia sigue girando a través de la Revolución Industrial, la Revolución Francesa y la Revolución Estadounidense.“Lo que me incorporó esa experiencia fue el darme cuenta que además de mi historia y de mi vida, había pasado algo y había existido una historia argentina, por eso entonces de a poco después me comienzo a formar y a sumergirme en esa que también es mí historia”, afirma contando sobre ese estado por el que miles de pibes nacidos en época de la dictadura pasaron, sin saber exactamente lo que pasaba a su alrededor y sin que nadie se los contara. Así también descubrió Malvinas, sobre la cual si bien ya tenía una idea más clara, tampoco mucho se había logrado interiorizar: “Tenía 6 años cuando empezó la guerra, entonces no tenía un registro intelectual, pero sí en el cuerpo porque uno los miedos de los padres los siente, o los miedos de la gente, ese dolor y ese temor a que pase algo” -comienza a recordar-, “una vuelta mi viejo, un día que había estado de sitio, me envolvió con una frazada y me llevó hasta la esquina a mostrarme eso que pasaba y que no se podía salir a la calle. Estaba todo oscuro, y fue re fuerte a mis 4 años, yo sentía una tensión nerviosa en mi viejo por más que no sabía que era lo que estaba pasando ni a donde íbamos, ese es un registro físico”, finaliza la dura anécdota.
Esa parte de su vida también la reflejó en el fútbol, cuando por ejemplo en un partido de reserva frente a Belgrano de Córdoba en el año 2000, debido a la proximidad de la fecha al 24 de marzo, decidió llevar bajo su camiseta una remera con el lema 'CÁRCEL A VIDELA Y A TODOS LOS MILICOS ASESINOS'. “Ese fue el homenaje que pude hacer yo desde mi lugar que era el fútbol”, dijo al respecto. Llevar ese sentimiento de lo que estaba pasando por fuera de la cancha a eso que hacía cotidianamente y que además era un punto de encuentro de miles de personas. La fortuna y el destino quisieron que ese día Lutman meta dos goles, y que todo el Coloso del Parque pudiera leer su mensaje.
Esa militancia lo llevó incluso hasta tener un encontronazo con el represor Eduardo Constanzo. En el marco de uno de los tantos escraches que se usaban como metodología táctica para que los vecinos se enteraran de quién era uno, cuando Constanzo se dirigió una tarde a Tribunales a declarar, los muchachos de H.I.J.O.S. se decidieron por lanzarle 'huevazos'. Ante el acercamiento de uno de ellos para afinar su puntería, uno de los hijos del represor, también policía, saltó a defender a su padre de lo que creía que iba a ser un ataque, lo que generó una batahola digna de 'la serie de eventos bochornosos' del viejo sketch de Videomatch Deportes en el Recuerdo, donde los huevos y las piñas volaban por doquier. No obstante más allá del tragicómico suceso, luego se aclaró que la intención no era golpear a nadie, ya que H.I.J.O.S. cree en la justicia y esto solo formaba parte de un escrache que terminó de una curiosa manera.
![]() |
| Fragmento de la versión visible en la web |
Finalmente, toda la información que su viejo le inculcó desde chiquito sumadas a sus experiencias de vida lo volvieron en alguien ideal a la hora de poder aconsejarle a los más pequeños que se incursionan en el mundo del fútbol. Piensa que lo fundamental para que los chicos en plena etapa de formación jueguen al fútbol es que lo hagan con alegría, “tiempo para enojarse va a haber después, a esa edad hay que divertirse”. Que el error que más se comete es que se cree que “el fútbol a esa edad tiene que ser una imitación al fútbol de primera”, cuando en realidad es fútbol infantil, “y se tienen que reír”. Que se debe combatir esa imagen de que el fútbol alegre y displicente es amateur, porque es así como los nenes a la larga “se aburren del fútbol”, porque no atraviesan esa parte de divertimento propia de la infancia, y quienes no tienen esa cuota de alegría en la infancia a la larga se enojan y se ponen complicados “porque no pudieron atravesar esa primera vida disfrutándola”. Piensa que lo ideal es que el niño hasta los 12 años disfrute, que juegue, aprenda y que se equivoque mucho para aprender, por más que acá no se está muy preparado como sociedad, o muchas veces como papás, para poder soportar eso y no ver en el hijo la proyección de una carrera.
“El niño debe investigarse, investigar sus limitaciones, y jugar, jugar, jugar y jugar, mucho volúmen de juego, como el que teníamos nosotros en la calle; ir y equivocarse, tratar de desdramatizar el error para que el chico no tenga miedo de tocar la pelota por miedo a equivocarse, y como 'profe' pienso que lo primero que hay que barrer es ir atrás de ese miedo, que seguramente lo tenga, y laburarlo, arrancárselo; que entiendan que el error está bien y es necesario; que haga cosas que les guste y haga cosas raras, porque si no las hace en ese momento no las hace más, y se convierte en un oficinista dentro de la cancha”.
En la vida uno puede recorrer grandes caminos conduciendo un auto, cambiando su apariencia cada dos por tres y reformándolo para aumentar su rendimiento hasta el máximo; sin embargo, andando en bicicleta es donde se aplica un esfuerzo diario, donde se descubren caminos que atrás de un vidrio polarizado no se ven, se transita por calles en las que un auto no entra, y la evolución que se requiere para aumentar la eficacia es la evolución propia del hombre en su esencia para viajar tranquilo y llegar lejos, en su cuerpo para viajar rápido y aguantar más; ser persistentes, pacientes y dedicados. Así como los autos y las bicicletas son las personas, y la enseñanza es que en el mundo real, en el mundo del fútbol, y en todos los mundos, no siempre necesariamente los más caros resultan siendo los más valiosos.
Santiago Fraga (santifr_ar)





Un groso total. Estuve en el clásico, cuando se colgó del alambrado con la remera de Almafuerte. Se lo admira mucho. Ojalá tengamos mas Kurt Luman en Newell's.
ResponderBorrarAcá la versión digital del artículo de Kurt
ResponderBorrarhttp://www.redaccionrosario.com/nuevo/2014/05/19/el-agua-y-el-pez/
Gracias por el acercamiento del link! Muy recomendable
BorrarUn ejemplo de vida!!!!!
ResponderBorrar