No existe nada en la vida de cada ser vivo que sea tan seguro y tan inevitable como la muerte misma. Pese a ser tan temida, como todo gran cambio, es conocida popularmente una frase antigua que afirma que “la muerte simplemente es el paso hacia otra vida”. La semana pasada una de las figuras más importantes del fútbol argentino en su historia ha sucumbido ante ésta a causa de un problema que venía arrastrando desde hacía tiempo en el corazón. No podremos saber qué le deparará a Julio Humberto Grondona ahora que sus días viviendo como el máximo representante del deporte rey a nivel nacional han terminado, independientemente de la religión y las creencias que cada individuo pueda tener acerca del paso terrenal de la existencia del hombre y la vida después de la muerte, pero lo que sí ha de ser un hecho es que este deceso debería por lo menos de servir como el fin de una era y el paso hacia una nueva vida en el fútbol argentino.
Mucho se puede hablar sobre quien fuera uno de los presidentes más discutidos en la historia de la Asociación del Fútbol Argentino (además de, paradojicamente, el más longevo); sobre sus relaciones con las distintas presidencias nacionales, incluyendo la Junta Militar con la cual asumió, sobre su manejo autoritario, favoritista y amiguista al frente de la Asociación, sobre su rol en la violencia en los estadios, sus siempre polémicas declaraciones, y hasta su forma de ser. Se podría armar una discusión tan larga como su vida, pero quizás lo importante ahora es pensar en el futuro, en lo que ha quedado como legado de este polémico proceso y en los nuevos pasos a seguir que debe adoptar la Asociación. Un cambio es sumamente necesario.
La Argentina a nivel fútbolístico-organizativo se encuentra cada día en una situación más y más preocupante. Tanto lo que repercute dentro de la cancha, siendo los pioneros exportadores de la aniquiladora de proyectos futbolísticos llamada 'promedios' que obligan a los clubes recién ascendidos a romperse el alma y hacer contrataciones ridículas para clavar una temporada tranquilamente de clasificación copera para salvarse, con una liga de un nivel pobrísimo y en pleno declive, y chistes de mal gusto como un inminente torneo de 30 equipos; como fuera del verde césped, en las tribunas, donde se piensa que el no permitir que los hinchas visitantes ingresen al estadio es una real solución a la violencia en el fútbol; y como también en las oficinas, donde cada día más y más clubes del interior del país quedan en bancarrota o se ven obligados a resignar sus cupos de participación por no poder afrontar los enormes costos de viaje que implican los inexplicables torneos de ascenso.
Quizás la solución vaya por otro lado, por afrontar las cosas de otra forma, por una política donde se haga negocios para el fútbol, y no negocios con el fútbol. Entre toda la danza de nombres que se lanzó para ser el sucesor de Grondona, surgió con fuerza el de Marcelo Hugo Tinelli, el showman argentino y uno de los más poderosos con su billetera y su experiencia a nivel nacional. Se le podrán achacar muchas críticas sobre si los contenidos que produce día a día en televisión son buenos culturalmente, son porquería, o sean lo que sean, pero lo que es innegable es que el hombre es un gran negociante, productor, y vendedor, además de ser un gran político a la hora de manejar su economía, sus programas de televisión, y su club San Lorenzo. ¿Que va a buscar hacer dinero aprovechandose de su situación en semejante cargo? Es muy probable, pero a veces es mejor malo conocido que bueno por conocer. En esta situación sería adaptable y se podría decir que mejor un negociante conocido que un político por conocer. A diferencia de cualquiera que pudiese llegar a la presidencia de la Afa a querer lucrar dinero a costa de los clubes y del poder que tiene el fútbol, mejor es alguien que maneje inteligentemente las finanzas y que arme a la Liga Argentina como un producto exportable, como un espectáculo, y así potenciar a todos los clubes participantes en vez de hundirlos. Un ejemplo clarísimo de esto es la Premier League de Inglaterra, el máximo exponente del fútbol-espectáculo, donde no se necesitan de chimentos ni barbaridades para potenciar el interés del espectador, sino que se ofrece un fútbol de calidad, con equipos sostenidos y potenciados que están en conjunto con una Liga y una Asociación que les brinda estas posibilidades. Todo está en la organización.
Demás está mencionar que la Premier League en cuanto a derechos y publicidad es la liga que más dinero levanta en todo el mundo, siendo una de las pocas ligas que es más vista internacionalmente que en su propio país. Aquí no se necesitó de un gobierno que lo sustente, no se necesitó de dos clubes superpotencias que lo son a costa de todos los restantes, no se necesitó de modos de disputa extraños para aumentar la competividad (siempre torneos largos, sin promedios ni inventos). Sólo se tomó en cuenta la Marca Registrada que se podía explotar con el fútbol inglés, y en el fútbol argentino tranquilamente podría ser lo mismo. Se podría empezar repatriando a las estrellas que juegan en Europa, atraer a figuras internacionales a jugar en el país, potenciar aún más a los clubes débiles y que el fútbol se nivele para arriba y no para abajo, federalizar el fútbol pero con opciones viables, atractivas, entendibles, y que no liquiden a los equipos más chicos. No necesariamente para ser un espectáculo se deba vender al fútbol en su esencia misma, ni se debe volcar una dependencia a empresas privadas ni mucho menos, lo cual sería peor aún, pero con un manejo inteligente, sin dejarse avasallar por capital privado y sabiendo utilizarlo como ingresos en publicidad, derechos televisivos, sponsorización y merchandising, se puede conformar una unión y un proceso que revalorice incalculablemente al fútbol nacional, además de hacerlo más equitativo, y más atractivo local e internacionalmente. Transformar al fútbol argentino en esa película con la que sueñan los pibes cuando juegan en el potrero del barrio; cuando les regalan su primera camiseta y se imaginan en la cancha del club de sus amores con la 10 en la espalda y la hinchada ovacionándolos.
Mucho se habló durante largos años de la necesidad de que Julio Grondona abandonara la presidencia de la Afa y se provocara una revolución en el fútbol nacional. Debió ocurrir lo peor para que esto sea posible, pero ya con el diario del lunes se debe aprovechar y ver este momento como una oportunidad para evolucionar, y para que el fútbol argentino sea un verdadero producto de orgullo nacional.
Santiago Fraga